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Chicas, ¿quién de ustedes conoció a un hombre que creyeron era su Príncipe Azul antes de encontrar el que mejor les combinara? Seguro muchas. Hay historias de hombres que pasan por nuestras vidas y cuyo recuerdo nos provoca risa. Para evocar esos recuerdos, nuestra colaboradora y escritora Mónica Oceguera, escribió un libro llamado “Príncipes multicolores y ninguno Azul”, en el cual con un toque de humor negro y sarcasmo puro nos lleva de la mano en unas cuantas citas que resultaron en fracaso romántico pero que le dejaron gratos recuerdos. El libro es un recuento de aventuras con las que toda mujer en estado libre y en búsqueda de una pareja se podrá sentir identificada. En esta ocasión nos comparte algo de uno de los capítulos favoritos de su libro. Al capítulo le llamó: Pedro y La Sirenita. Este trata de cómo un prospecto a príncipe azul se deslava en menos de lo que canta un gallo…

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Monica Oceguera

El candidato pasaría por mí para llevarme a pasear por los alrededores de la ciudad. Ya se imaginarán el nervio quinceañero del:

−¿Qué me pongo?

[…] sequémonos los pies y regresemos entonces al tapete…

 Él se recuesta y me informa que tomará un poco el sol. Yo me recuesto a su lado, me pongo mis lentes y visera para protegerme del sol y tomo la revista para entretenerme… ¿Leer? ¿Quién puede leer acostada tomando el sol a un lado de un hombre guapísimo? ¡Yo, no!

 Tomé la revista haciendo parecer que leía pero la realidad era muy lejana a eso. Estaba muy preocupada por otras cosas…

 Estaba segura de que mientras yo dizque leía, él dizque dormía, pero discretamente aprovechaba para observar mi silueta, por lo tanto yo tenía que adoptar una pose que pudiera acercarme lo más posible al aspecto de una sirena recién salida del mar… ¡Ariel, es tu oportunidad de lucirte!

 Primero, era de vital importancia estar muy al pendiente del movimiento del sol para que la sombra provocada dibujara sobre la arena una silueta perfecta, y todo lo que mencionaré a continuación era de igual importancia: retracción de músculos abdominales para mostrar una cintura reducida, respiraciones cortas para no abultar abdomen y ensancharme, acomodo de pierna en ángulo exacto para eliminar celulitis, retención de respiración para acrecentar los pechos, entierro parcial de pies en la arena para lucir los deditos, manejo delicado al hojear la revista para mostrar mis bellas uñas postizas con manicure francés y sin olvidar, por supuesto, succionar las mejillas para controlar el perfil y la papada.

Cuando por fin tenía el ángulo, la respiración y el look completamente dominados, y segura de que mi compañero de tapete estaba extasiado mirando la escultural figura a su lado, escucho un sonido que me tumbó de mi nube y me causó un gran descalabro. Era un sonido estruendoso, que provenía de mi vecino galán de tapete:

 ¡Ronquidos! ¡Sí! ¡El tipo roncaba plácidamente a mi lado! Lo último que había pasado por la mente del Príncipe Pedro era el observar clandestinamente a la Sirenita… ¡Oh, decepción!        

Y ahora, ya sintiéndome libre de presiones, suelto el aire (de mis pulmones).

«Dale chance, Ariel… Está agotado…»

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Y tú, ¿tienes una historia de un pseudopríncipe, que te hará reír en un futuro? ¡Todas lo tenemos! Escríbela antes de que se te olviden los detalles. Uno nunca sabe cuándo decidirás escribir el libro de tu vida…

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